Bienvenidos a nuestro blog de Agosto 2013

HOMENAJE A UN JOVEN MISIONERO CHINO
Hoy nuestro blog está de luto…
Compartimos la breve vida de un gran misionero.
Kiko (Francisco) es su nombre en español, su nombre en chino Guangqiang Gao

A sus 27 años toda su ilusión por delante. Quería ser misionero y nos encontró a los Claretianos cuando comenzaba su búsqueda hace 6 años. Hoy lloramos su ausencia. Era novicio claretiano en Granada, España y faltaban ya pocas semanas para su primera profesión religiosa. Algunos de sus familiares ya habían sacado el pasaporte para estar presentes ese día… no podían imaginar que lo necesitarían a mediados de Julio para ir con lágrimas en busca de recuerdos.

Kiko tuvo una vida normal de adolescente, abierto, extrovertido, sencillo, un día sintió el llamado de Dios y buscó hasta que encontró su lugar entre nosotros. No fue una búsqueda fácil. Vivió experiencias extraordinariamente duras, momentos de persecución y tortura que le dieron más determinación para seguir su llamado. Encontró fuerza allí donde otros, sin duda, hubieran desfallecido. El Señor le acompañaba y Kiko se acercó a testimonios de jóvenes que otrora dieron su vida por Jesús: los mártires de Barbastro, especialmente uno, Rafael Briega, que llevado al martirio durante la guerra civil española, ofreció su sangre por las misiones en China. Y una muy fuerte devoción a María y a su Corazón.

Terminado el tiempo de discernimiento los superiores le ofrecieron ir a España a continuar su formación misionera. Ya había hecho un gran esfuerzo para aprender inglés, ahora tenía que comenzar de nuevo con el español que lo llegó a hablar con soltura, aunque como él mismo decía, entre el chino, el inglés y el español salía una buena mezcla en sus conversaciones.

Hace un año comenzó su noviciado y faltando apenas unas semanas para su profesión el Señor se lo llevó. Un trágico accidente en una piscina acabó con su joven vida.

Nos sorprende la cantidad de amigos que tenia… allí donde fuese: niños, jóvenes, padres de familia, ancianos—un don de gente espectacular. Por eso los testimonios no dejan de sorprendernos.

En este blog en su memoria te compartimos algunos de estos testimonios, especialmente de la gente que le conoció en España. Pero antes, te vamos a dejar su palabra, escrita y su grabada días antes de su muerte.

Recordando a Kiko…


Kiko se encontró hace poco con su antiguo formador, el Hermano Sid Ching en el seminario de los Claretianos en Colmenar Viejo, cerca de Madrid. En esa ocasión grabó un mensaje en chino y luego en inglés para sus compañeros en la otra parte del mundo.

Aquí tienes la parte de grabación en inglés y debajo la traducción.

“Estoy en el seminario de Colmenar Viejo, un lugar donde seminaristas claretianos de distintas partes del mundo vienen para su formación. 

Estoy haciendo el noviciado en Granada; es una hermosa ciudad… Somos 7 novicios: 2 de Portugal, 4 de España y yo de China. Ahora estamos en una peregrinación para visitar los lugares donde estuvo el P. Claret, especialmente donde tuvo grandes experiencias espirituales, como en La Granja, según nos cuenta en su autobiografía. 

Estoy muy contento de poder visitar estos lugares. Aquí me he sentido en comunión con la Delegación de Asia Oriental [los Claretianos que trabajamos en Japón, Taiwán, Hong Kong, Macao y China]. Llevo casi dos años en España y aunque tenemos comunicación por email, teléfono… estoy muy contento que Sid esté aquí. Es muy distinto cuando puedes hablar de tu a tu, con la persona a tu lado.

Lo que quiero compartir con ustedes es que la vida del misionero no es fácil, pero vale la pena. Soy el único claretiano chino aquí en España. A veces siento soledad al no poder hablar en mi idioma, al no poder expresar bien lo que siento, pero también me doy cuenta que es una buena oportunidad la que tengo pues me da tiempo para hablar con Dios. Suena raro ‘hablar con Dios’… nunca lo había imaginado, pero si vas al fondo de tu persona y te comunicas con Dios, sientes la diferencia. Es la gran experiencia para formar al misionero, para comprender esta clase de vida.

Aunque no hablo español muy bien, puedo expresarme y estoy contento con la comunidad. En Granada somos 13 jóvenes: 7 novicios y 6 estudiantes; y vivimos con sacerdotes que ya son muy ancianos. En casa somos 32 Claretianos. Es un buen ambiente para hablar con todos: con los jóvenes, con los ancianos y con los que están en el medio. En Colmenar el ambiente es más internacional pues los estudiantes vienen de muchos países, pero también tiene sus retos: cada uno tiene su cultura, sus hábitos… Es hermoso vivir en este ambiente y entre nosotros nos entendemos muy bien.

Bueno, ya veo que me parezco a un obispo con un largo sermón…

Lo importante que quiero decirles es que la vocación es un don de Dios. Si la aceptas, por favor, cuídala.

Mañana vamos a Vic, lugar donde está el sepulcro del P. Claret. Los voy a tener a todos ustedes presentes allí. Yo rezo mucho por nuestra misión en China. Los chinos necesitan gente que estén preparados para ayudarles en su fe. Voy a rezar por todos ustedes. Vamos a rezar unos por otros. Recen por mi. Aunque estemos separados físicamente, en espíritu estamos muy cerca.

…Me parece que estoy hablando como un ‘santo’ [sonrisas]. Cuídense.”

Escribe el Hno. Sid Ching, su profesor de inglés y luego su formador


Sid, Paco y Kiko en Macao diciembre 2011
[Sid, Paco y Kiko vivieron juntos en Beijing durante un tiempo]

Durante los seis años en que Kiko fue parte de mi vida, lo que más me ha impresionado fue su alegría de vivir. Fue un joven normal. Me llamaba la atención que cada vez que se encontraba con un nuevo claretiano me comentaba que cada claretiano era único y diferente—y se entusiasmaba en que un día él también sería claretiano.

No era una persona especialmente ‘piadosa’; le gustaba la buena comida y por eso aprendió a cocinar. A veces que salíamos fuera a comer y nos servían una comida nueva, Kiko luego la replicaba al día siguiente. Para él una buena comida fortalecía los vínculos de la comunidad y por eso preparaba platos esenciales cuando teníamos alguna visita o alguna fiesta claretiana.

Fue el mejor alumno en la escuela, pero en vez de volverse arrogante y mostrar su superioridad intelectual, pasaba desapercibido y siempre quería aprender cosas nuevas. Desde que llegó a vivir con nosotros le pedí que escribiera una crónica; fue fiel a ello, escribiendo diariamente como parte de sus deberes para aprender inglés; luego las volvía a escribir después de mis correcciones.

Como profesor de inglés, yo presté más atención a la gramática y estructura de las frases, pero al leerlas ahora veo que en su simplicidad había profundidad. Su limitado conocimiento del inglés no le impidió expresar su alma. Me sorprendió leer que 18 días antes de su detención y tortura [Kiko fue detenido y torturado en 2009] había soñado que lo arrestaban, y llegó a escribir que esperaba que eso sucediera. Luego, 5 días antes de su detención, se sintió muy confundido sin razón evidente.

No hablo chino, por tanto en nuestros diálogos él tenía que esforzarse mucho en inglés. Una vez me dijo que tenía tantas cosas que compartir, pero que no lo podía hacer por el idioma. Esto le animó a seguir estudiando con mucho esmero. Al cabo de un año él, Paco y yo nos pudimos divertir siguiendo un programa semanal en inglés por televisión.

Su dedicación dio resultado, tanto que le trajo tentaciones muy concretas. Pocas semanas antes de partir para España para continuar con su formación estuvo ayudando a un grupo católico como traductor de inglés al chino. El encargado del grupo le ofreció un contrato de trabajo con un sueldo de US$3.000 (tres mil dólares) mensuales. Le aconsejé que se lo pensara bien, que no rechazara la oferta de inmediato sino que aprovechara para un mejor discernimiento. Luego de unos días de oración le informó a esa persona que él debía seguir su vocación.

Fue entonces cuando viajó a España en 2011 para la Jornada Mundial de la Juventud. Luego tuvo que dedicarse a aprender español. Una vez más experimentó la inhabilidad de expresarse, esta vez en español.

Luego de unos meses comenzó a escribirme emails en español e inglés y a medida que pasaba el tiempo, las palabras inglesas eran menos hasta que llegó a escribirme completamente en español. Estuve con él para Semana Santa 2013. Una vez más me sorprendió su habilidad con el idioma para acercarse a la gente, expresarse bien e, incluso, hacerles reír. 

El 21 de Julio el Ángel Exterminador [estaba en un campamento y los niños estaban jugando a que había un Ángel exterminador] apareció para cortar la melodía de Kiko, hijo primogénito de los claretianos en China. ¿Qué es lo que el Autor de la Vida quería decir? Debo aceptar que no lo entiendo. Ahora veo la vida y la muerte de Kiko como una gran sinfonía. La música es hermosa, pero las notas son ininteligibles, aunque forman una armonía con el todo. La música parece que se ha cortado con la muerte de Kiko, pero es solo una pausa en la sinfonía del Dios de la vida.

Qué fue lo que pasó

El P. Francisco Carín, nuestro Superior, ha acompañado a los familiares de Kiko desde China hasta España. Nos cuenta algunos detalles de lo que ha sucedido.

Estaban en un campamento de verano. Kiko era uno de los instructores y tenían muchas actividades con niños del lugar. Los niños estaban en una actividad, de espaldas a la piscina. Kiko se quedó un momento más. 

Unos momentos antes del accidente, uno de los monitores le pidió a Kiko que saliera de la piscina. Le respondió que primero iba ir a la parte honda para sacar con fuerza el agua de la nariz. No hubo ruido. No hubo llamadas de auxilio. La gente estaba de espaldas a la piscina a metro y medio, mirando hacia el otro lado.

Un sacerdote anciano lo vio en el fondo de la piscina. Inmediatamente sus compañeros fueron a rescatarlo, pero ya era tarde. Tres enfermeras guardavidas que estaban en el campamento vinieron a ayudar, luego llegó la ambulancia. Trataron de resucitarlo, pero no lo lograron. El parte médico oficial dice que fue un ahogamiento accidental por inmersión.

En Febrero 2013 Kiko escribió a sus amigos y compañeros de Asia:

De la vida y sus adicciones.
 
Es bastante común para mucha gente el uso cotidiano de estimulantes como el café, el tabaco, el alcohol o incluso el sexo; tanto es así, que se convierten en parte de su estilo de vida. Yo soy uno más.

El 20 de febrero de 2013 se presentaba como una típica mañana del noviciado claretiano de Granada; una mañana dedicada a profundizar en la misión claretiana en el mundo, un tema, que por cierto, me gusta mucho y con el que disfruto. A través de la lectura de los documentos congregacionales En Misión Profética (EMP), Servidores de la Palabra (SP) y La Misión del Claretiano Hoy (MCH) he podido conocer más a fondo la misión congregacional. Son textos concretos y cercanos y han calado muy dentro y no se han quedado en pura noética.

Mientras leía, me imaginaba nuestra misión en China como una misión de estilo monástico. Son tantas las diferencias con la realidad de la misión en Europa, que frecuentemente siento santa envidia al ver tantas cosas que se hacen aquí y en China no podemos, pues estamos siempre bajo la atenta mirada de “nuestros amigos”; allí lo que podemos hacer es, simplemente, ser y estar.

A media mañana me entró un gran sopor que me impedía continuar trabajando, y para despertarme me fui a tomar un café solo, aún a sabiendas de que yo normalmente evito el café sólo ya que me pone nervioso. Pues eso fue lo que pasó: lo tomé y me puse nervioso.

Decidí ir a la capilla, y allí me senté, mirando a esa cruz cotidiana de la pared. Al poco, una pregunta surgió en mi corazoncito: “Kiko, el café estimula el cuerpo, pero ¿qué podría estimularte continuamente en tu vida misionera, en la misión que vas a afrontar en el futuro?” Tenía claro que no iba a ser ni el tabaco ni el café, pero entonces ¿qué?

Esta pregunta surgió de un modo tan real y parecía tan sensata, que a través de ella pude analizar mi vida. Mi vida actual es remanso de paz y tranquilidad, pero es algo transitorio; el noviciado se terminará acabando y también mi estancia en España, y un día tendré que afrontar desafíos y dificultades, y puede que llegue el día que me sienta cansado de mi vida o de mi misión claretiana. Llegado ese momento ¿qué es lo que me podría estimular?

Revisando mi vida descubrí que en los momentos dolorosos mi alimento y estímulo fueron la palabra del Señor, el amor de mi querida comunidad y la Santa Misa.

Y de vuelta a la realidad, recuerdo lo que me pasó en mi tierra materna, esa pesadilla que aún no puedo controlar y que levanta en mi corazón sombras de temor, angustia, nervios y tantas sensaciones negativas que amenazan con nublar mi alegría. Cierto que hace ya tiempo que pasó, pero es como una tiniebla que no puedo hacer desaparecer, es parte de mi vida de lo que soy , y que probablemente me acompañará de por vida. No obstante, creo que es también un impulso vital, un pieza que aporta su riqueza en mi caminar claretiano, en mi debilidad me hizo fuerte, en mi tibieza puso calor.

Esta pequeña reflexión surgió en la capilla mientras bregaba junto al Señor. Hoy quiero pedir al Señor que sólo él sea mi estimulante, que me haga adicto a su Palabra, que despierte en mí la sed del amor en comunidad y el hambre de su Santa Eucaristía, no sólo hoy, sino durante toda la vida.

Queridos hermanos, amig@s y familiares, ténganme presentes en su oración, pidan conmigo ese don del estímulo del Señor, pidan también por la misión de China y por los hermanos claretianos que se encuentran realizando su misión en tan complicadas circunstancias, pidan la valentía para todos los religiosos y religiosas, pidan por mí en este año tan especial del noviciado.

¡Muchas gracias! Vuestro hermano pequeño, Kiko.

Kiko tuvo el accidente el 21 de Julio.

Su antiguo fomador, Sid Ching, se encontraba en Sri Lanka 
y desde allí compartió este recuerdo. 
Es un email que Kiko le escribió dos días antes de su muerte.

Testimonios

El primero es el de un seminarista Claretiano,
compañero de estudios que escribe desde Inglaterra.


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Buckden, Inglaterra, 25 de julio de 2013

Querido Kiko:

No sé muy bien cómo empezar… Me piden quienes más te quieren que escriba unas líneas sobre ti. Y lo intento. Pero el papel en blanco me quema entre las manos… Yo querría —bien lo sabe el corazón— permanecer en silencio todo el tiempo. Silencio de incomprensión y de respeto. De rebeldía y de aceptación. Silencio roto y emocionado. Silencio herido, rendido de ausencia, buscando a tientas a Dios. Quisiera estar en silencio a la vera de tu muerte. Y llamarte otra vez, en silencio, «hermano»…

Por eso, Kiko, no me tengas en cuenta estas torpes líneas, raquíticas y acongojadas, y hazme un hueco a tu lado, en silencio, tú que vives ya revestido de Palabra, encendido del todo… Y perdóname si no sé decir lo poco que conozco de tu alma o si no acierto a decirlo con suficiente amor. Al fin y al cabo te conocí en medio de la noche, a veces tan opaca, a la luz bien pobre de un cigarro o de un puñado de estrellas. Si vieras esta noche… Si vieras qué rotunda la luna allá en lo alto… Amarilla y redonda. Bendita claridad…
No fueron muchas noches. Y todas cotidianas. Más de una noche lluviosa, en unas escaleras herrumbrosas y frías… ¿Recuerdas allí mismo el viento gélido de aquella Nochebuena? Otras arriba, en la azotea, bebiéndonos a sorbos los primeros calores de la primavera. En el jardín las pocas del verano. Una en el coche, de vuelta a Colmenar, y cenando a deshoras y casi a carcajadas. Y cuatro o cinco más en cierta habitación. No fueron muchas noches. Y ya no vendrán más.

Hablamos de la vida a corazón abierto y a pies descalzos. Sin expresiones hechas, sin mucho disimulo, con poquito español, sin afección alguna, sin miedo a hacernos daño, a veces con temblor… Soledad compañera. Recuerdos de la infancia. Amores que se fueron o que nunca llegaron. Mucha pobreza dentro. Un par de grandes sueños. Algo de culpa prendida en las entrañas por no haber alcanzado a perdonar, a amar sin condiciones. Hermanos misioneros a quien tanto queremos. Una cruz dibujada en unos pantalones. Miedo siempre al acecho. El abrazo. Soledad otra vez. No entender por qué tanto y tanto sufrimiento. Risas al viento a prueba de complejos. Puede que alguna lágrima que no supimos vernos. Nuestra historia con Dios. El amor de una madre. Y su dolor. Esta vida diaria que a veces pesa tanto. Una sonrisa pícara debajo de las gafas. Alegría, en el fondo, de habernos encontrado y compartir camino… Y del Amor de Dios.

Si vieras esta noche, qué luna tan rotunda… Intento recordarte, buscar otras palabras, algo más elocuente, algo que sirva a otros… Pero vuelve el silencio tenaz al corazón. Tendrás que perdonarme si no sé decir más, si no me pongo a hablar de tus virtudes ni traigo aquí tus sueños misioneros, tu don con las personas, la China que esperabas, tus ganas de vivir… Sólo tengo memoria de las noches, recuerdo de los gestos. Los días y palabras quizá los traigan otros. Quizá vengan con Él. Yo pongo lo que puedo, lo poco que le araño a este silencio. Ya ves que no es gran cosa, pero nos hizo hermanos…
Ahora, con tu permiso, me recojo sin fuerzas en esta noche extraña desde la que te escribo, que me roba las lágrimas y a la vez me las seca… Realmente no sabemos ni el día ni la hora. Ni el modo ni el lugar. Ni cómo respirar en medio de la muerte, ni cómo responder… Ahora que estoy solo y solo en el silencio, ahora… Yo sólo pido fe. La fe sencilla y recia, humilde y entregada. La fe que sólo tienen los que han sabido amar. Fe en que el Amor no acaba con la muerte. Fe en que las aguas no pueden anegarlo. Fe en que Dios es Amor y fe en que no nos deja, no nos deja… Que estás mejor ahora, aunque no sepa verlo. Que al amparo de Dios te acuerdas de nosotros y por nosotros rezas…

Yo me quedo en silencio en esta noche nuestra, terrible y bella, noche de luna cálida, de viento fresco, de corazón de hinojos… Esta noche que habitas, con tantos, para siempre y que, sabe Dios por qué, parece clarear… Donde vendré a buscarte cuando no entienda nada, cuando te eche de menos… Donde espero encontrarte. Encontrarle. Noche y silencio… Sollozo lentamente un padrenuestro, espero la alborada, hermano, compañero…

Amén.

Adrián de Prado Postigo, cmf

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Carolina “Cuca” Carín es hermana de nuestro P. Paco Carín, actual Superior de nuestra Delegación.
Sid me ha pedido que escriba sobre Kiko, lo voy a intentar, pero no sé si podré expresar con palabras todo lo que vivimos juntos. Recuerdo el día que le conocí cuando fui a recogerle a él y a Paco al aeropuerto de Barajas.

Esos primeros días en casa ya me di cuenta de tus grandes cualidades como persona, como misionero. Me admiro la sencillez y naturalidad con la que abrazaste nuestras costumbres como solo un misionero con una vocación fuerte puede hacerlo con alegría, con interés y con ganas de conocer más.

No puedo sino recordarte como un gran misionero, que nunca perdió la sonrisa, que desbordaba bondad y amabilidad. Desde tu llegada entraste en mi corazón y en el corazón de la familia Carín. Tu humildad hizo que todo fuera muy fácil y que te adaptaras a nuestras costumbres con mucha rapidez. Siempre disponible, siempre sonriendo así te recuerdo. Me alegro de haber compartido contigo unas navidades, me alegro de que pudieras vivirlas con nosotros y me alegro por que gracias a ti volví a ir a la misa del Gallo después de muchos, mucho años. Ya estabas evangelizando sin saberlo !!!.

Hemos disfrutado de conciertos, partidos de futbol, aperitivos, comidas con la familia y amigos pero también has sabido estar cuando te he necesitado, cuando mi familia y yo estábamos pasándolo mal tú estabas allí con tu sonrisa, tu bondad con tu apoyo. Recuerdo la alegría con la que me hablabas de lo que ibas aprendiendo, de tu vocación, de cómo te sentías. Recuerdo nuestra última conversación una semana antes de que nos dejaras, nos vemos el 14 de Septiembre en Colmenar. Porque he tenido una conexión especial contigo, porque desde que te conocí te he considerado un hermano, porque durante dos años hemos sabido entendernos y has sabido cuidarme cuando lo he necesitado.

Para mi has sido un hermano, un amigo, un confidente, un referente,… has entrado en mi vida abrasando, has dejado huella. Pero ni la vida ni la muerte me va a separa de ti, porque siempre estarás en mi, en mi corazón, en cada sonrisa que salga de mis labios, en mis acciones y siempre tú alegría y tus bromas formaran parte de mi.

Gracias Kiko por formar parte de mi vida, por formar parte de mi familia, gracias por querernos, por ser amigo de mis amigos, porque contigo he descubierto lo importante que es servir y ayudar al prójimo con una sonrisa, con alegría, con amor fraterno.

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Una familia de Colmenar Viejo, donde está nuestro seminario claretiano:

Colmenar Viejo, 26 de julio de 2013
Cuando Dios nos da una semilla, se transforma en un árbol frondoso; cuando nos da una llave, resulta ser la del cofre del tesoro; cuando nos da una palabra, es siempre parte de la Palabra.

A nosotros nos dio una sonrisa sencilla, bajo los ojos rasgados de un rostro redondo y joven: el de Kiko. Con la sonrisa, un trocito de su tiempo y de su corazón, que bastaron para traer a nuestra familia la bendición de un misionero que lo era antes de ser consagrado como tal.

Misionero con los niños, gastando su tiempo y sonrisa en juegos infantiles, para ganarles en poco tiempo como hermanos. Misionero con mi mujer y conmigo, mostrando su corazón sencillo bajo las estrellas del verano, para ganarnos en poco tiempo como padres en la tierra lejana adonde Dios le había enviado. Conversaciones mínimas y unos pocos emails, con palabras sencillas de un idioma extranjero, en las que nos hicimos uno en la fe en Dios nuestro Padre.
Dios cuida cada detalle de sus regalos. Y nos regaló una fugaz despedida de Kiko en Colmenar, en su camino de Vic a Granada, en 10 minutos en los que nos dio su abrazo, con alguna lágrima en los ojos; sin saber que sería el último, sin saber que serían las últimas.

No te digo adiós, Kiko, sino hasta luego; no te has ido lejos. Mamá María te ha llevado el Corazón de Jesús, donde nos esperas para el abrazo en el que gritaremos en un idioma común “Gloria a Dios!” Mientras, cumple tu vocación de misionero, como voz ante el Padre que pide por quienes no le conocemos como tú.

En el Señor,
César Funes.
Familia Funes Gabaldón.

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El P. Muñíz, Claretiano octogenario que vivió con Kiko en la comunidad de Granada.

Encuentro con Kiko           
  
Nuestro encuentro fue corto. Pero si el tiempo fue breve, no impidió la intensidad. Él, un novicio chino veinteañero y yo un claretiano español octogenario en el atardecer de su vida.

Lo que él viera en mí no importa tanto como lo que yo pude ver en él. A  sus 27 años y en su cara abierta, en su mirada inquisitiva y en su sonrisa permanentemente esbozada, yo veía el futuro. El gran telón de fondo de China y el más inmenso aún de todas las tierras y gentes de la Delegación Claretiana de East Asia.

Su rostro sonriente proyectaba en mi interior vivencias muy queridas, relacionadas con aquellos territorios: fui connovicio de Damián Lü, que, si no me equivoco, fue el primer novicio nativo de China; con el P. Salvador Alfageme, misionero en Tunky, conviví algún tiempo cuando, expulsado por los comunistas junto con Damián, llegaron a Bética. Tuve la suerte de hacer unos ejercicios espirituales, inolvidables, con el P. Fogued, primer prefecto apostólico de aquella misión. La figura y los sueños misioneros del mártir Rafael Briega, que al ver imposible su realización, aceptó gustoso “ofrecer gustoso mi sangre por las Misiones de China”, se proyectaban con toda viveza desde aquella ávida mirada suya, pendiente de mis palabras.
A esas vivencias se sobreponía lo que Kiko significaba y yo veía en él: El anuncio del Evangelio, al estilo de Claret, allá donde están las zonas más pobladas de la tierra y donde menos se conoce a Cristo Salvador. El futuro de una Iglesia ni europea ni europeizada, viva y vibrante, el futuro de aquella siembra generosa que iniciaron claretianos generosos y esforzados a mediados del siglo pasado. Lejos de su tierra, de su familia, de su cultura y sin poder utilizar su lengua; sin internet, sin skype ni WahtsApp, sin conexión aérea que acortara los meses que, a través del canal Suez y del océano Índico, alejaban East Asia de España, aquellos hombres vivieron tremendas soledades.
También Kiko vivía su profunda soledad. Tan profunda que no llegaba a manifestarse al exterior, ni a menguar su sonrisa y su alegría. Tan profunda como profunda era la experiencia de la presencia de Dios en él. Y a ese Dios, el de todos, el de occidente y de oriente, del norte y del sur, era al que él quería anunciar allí donde tantos hablan la lengua que él no podía ahora hablar y donde otros heroicos misioneros claretianos intentaron sembrar en su momento la Buena Noticia de Jesús.

Sonrisa y alegría, alegría y sonrisa. “Yo estoy aquí porque Dios lo quiere” y porque Dios lo quiso, se encontró también con sus hermanos. De la experiencia de Dios, a la experiencia de la familia de Dios. No sólo aquellos hermanos alejados física, y religiosamente, que contemplaba como objetivos de su futura vida misionera. Sino también estos hermanos, éstos, los de casa, los de la Delegación de East Asia, los de Colmenar Viejo, los de Granada. Hermanos con los que compartir una fe y una misión; hermanos a los que amar y por quienes ser amado; hermanos, hijos de un mismo Padre y de un Madre toda Corazón.
Se encontró con una nueva familia, se encontró “en familia” y hacia esa familia se volcó con toda su generosidad, en acogida y en servicio. Los españoles tenemos la impresión, creo que bien fundada y cierta, de que los orientales son más delicados, con formas exteriores significadas de respeto y educación para con los otros. Kiko tenía eso. Pero algo más. Un “no sé qué” propio y personal. Deduzco que lo que él tenía tan claro: hijo de Dios, hijo del Corazón de María, lo hacía cordial. Cordial (de corazón) de una manera tan especial.

Y de esa familiaridad cordial con todos los hijos de Dios y, muy especialmente, con los que, además, lo son también de María, nacía el espíritu de servicio. Servicio siempre alegre, atento, ágil. El comedor de una comunidad religiosa numerosa es un magnífico observatorio para ver quién, con toda naturalidad y con toda sencillez, hace de su vida un servicio y quien vive más bien inclinado a que le sirvan. Yo pude observar a Kiko, y no era, en absoluto, de esta última clase.
Quería que yo le contara de mis experiencia, de educación en nuestros colegios, de la dimensión europea de la educación, de los Congresos Internacionales de la Educación Católica en Bangkok (Tailandia) y en Jaipur (India), aunque ya pertenezcan a un pasado cada vez más lejano. Y de las personas de China con las que me he ido encontrando.

El tiempo fue breve, la intensidad, grande. El recuerdo, permanente.

Al ir escribiendo estas líneas, otra figura se ha ido proyectando también en mi mente. La de otro claretiano del Extremo Oriente, joven como Kiko, muerto joven como él y también de una manera inesperada: la figura de Félix Juaton, de Filipinas, fallecido en 1981. Los claretianos jóvenes de la Delegación de East Asia y las nuevas vocaciones tienen en estos hermanos una referencia nítida que iluminará su camino misionero hoy y los enriquecerá en su vivencia de la Comunión de los Santos.  
                                                                                                                 
Carlos Mª Díaz Muñíz, cmf 25.07.13

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El Claretiano P. José Cristo Rey García P.

Un nuevo sábado santo: ¿porqué, porqué?

¡Dos días de Julio marcados por la muerte! El lunes por la tarde nos vemos sorprendidos por la muerte uno de nuestros novicios, nuestro querido Francis-Kiko, misionero claretiano chino. El miércoles por la noche nos vemos sorprendidos por un terrible y dramático descarrilamiento de un tren en Santiago de Compostela con 80 personas fallecidas y más de 168 personas heridas. No me pregunto por las causas de lo irremediable. Me pregunto por la causa de las causas: nuestro Dios. ¿Pero quién soy yo para juzgar a mi Dios? Sí quiero, no obstante, expresarle mi zozobra y decirle que creo en Él, “a pesar de…”

El 21 de Julio a las cinco y media de la tarde muere uno de nuestros novicios. Se llamaba Guangqiang Gao. Lo llamábamos Francis-Kiko. Yo lo conocí en Pekín, después en Zhuhai. Era como el hermano pequeño de la familia que nos estaba naciendo en China. Un misionero claretiano que comenzaba a nacer. Me recogió y después me acompañó hasta el aeropuerto de Pekín. Aquella tarde oramos juntos, comimos juntos en la humilde casita. ¡Qué alegría sentí al verlo aquí en España con motivo de la JMJ2011, y comprobar su ya consolidada vocación. Más todavía, ¡cuando supe que venía para hacer aquí su noviciado! Francis-Kiko logró superar muchas pruebas para iniciarse e integrarse en nuestra vida misionera En él pusimos nuestras esperanzas misioneras en China. Alegre, perseverante, se hacía querer tanto… Llevaba consigo como una inocencia feliz, una humildad innata… Y he aquí que la muerte se lo llevó misteriosa e inexplicablemente un poco antes de culminar su noviciado. (…)

¿Cómo invocarte como Abbá, como Padre y Madre -fuente de vida- de todos nosotros, cuando al parecer nos abandonas y no te preocupa que podamos morir? O ¿cómo explicar, que quienes en estos casos soslayan el peligro puedan exclamar “gracias a Dios”, mientras tantos otros perecen sin que Tú, Dios mío, les concedas tu gracia? Tratamos de justificarte hablando de cómo en el dolor, en el sufrimiento, sigues a nuestro lado, curando nuestras heridas, atendiéndonos en nuestra desesperación, consolándonos a través de buenos samaritanos y samaritanas, generando mucha solidaridad entre nosotros. Pero, Dios nuestro, ¿es esa la realidad?

De verdad que eres un Dios escondido, que tus caminos no son nuestros caminos y nos llevas por senderos que ignoramos. Los humanos no somos quiénes para decretar tu existencia o tu inexistencia.Quienes creemos en Tí, Abbá, no debemos justificarte a base de argumentos simplistas, que ni conmueven el corazón, ni iluminan la mente; ni precipitarnos en identificar lo que sucede con  un “hágase tu voluntad”.
Creemos que aquel Dios del Calvario se hace presente en tantos otros inexplicables sufrimientos humanos, en tantos otros viernes santos de la humanidad: en los campos de concentración, en las cámaras de gas, en los resultados de los terremotos, los tsunamis, los corrimientos de tierra, los aludes y sus terribles consecuencias en los humanos. Creemos que Dios estaba allí cuando Francis-Kiko se ahogaba, cuando el tren enloquecido por la velocidad tomó la curva, descarriló causando tanta destrucción y muerte.

Ahora nos encontramos en el sábado santo del “duelo”, del “dolor”. Nos estamos asomando a un infierno de dolor, de lágrimas, de obligadas despedidas. Sí estamos de luto, tratando de comprender ese infierno en el que parece que no hay Dios.

Abbá nuestro, nada conseguimos con negarte, con prescindir de ti. Tú eres el Dios-Amor. Tú no estás con los verdugos, tú no empujas las realidades que matan. Tú eres un Dios clemente y compasivo y no eres indiferente a nuestro dolor.  Haznos comprenderte, Padre nuestro, en circunstancias como éstas. Comprende nuestras preguntas, nuestras dudas, nuestras penas.

Estamos en nuestro “sábado santo”. El día de tu silencio. El día de María della Pietà. El día del llanto, de la pena, el día de tu Presencia más misteriosa en el dolor más inexplicable. (…)