De la vida y sus adicciones.
Es bastante común para mucha gente el uso cotidiano de estimulantes como el café, el tabaco, el alcohol o incluso el sexo; tanto es así, que se convierten en parte de su estilo de vida. Yo soy uno más.
El 20 de febrero de 2013 se presentaba como una típica mañana del noviciado claretiano de Granada; una mañana dedicada a profundizar en la misión claretiana en el mundo, un tema, que por cierto, me gusta mucho y con el que disfruto. A través de la lectura de los documentos congregacionales En Misión Profética (EMP), Servidores de la Palabra (SP) y La Misión del Claretiano Hoy (MCH) he podido conocer más a fondo la misión congregacional. Son textos concretos y cercanos y han calado muy dentro y no se han quedado en pura noética.
Mientras leía, me imaginaba nuestra misión en China como una misión de estilo monástico. Son tantas las diferencias con la realidad de la misión en Europa, que frecuentemente siento santa envidia al ver tantas cosas que se hacen aquí y en China no podemos, pues estamos siempre bajo la atenta mirada de “nuestros amigos”; allí lo que podemos hacer es, simplemente, ser y estar.
A media mañana me entró un gran sopor que me impedía continuar trabajando, y para despertarme me fui a tomar un café solo, aún a sabiendas de que yo normalmente evito el café sólo ya que me pone nervioso. Pues eso fue lo que pasó: lo tomé y me puse nervioso.
Decidí ir a la capilla, y allí me senté, mirando a esa cruz cotidiana de la pared. Al poco, una pregunta surgió en mi corazoncito: “Kiko, el café estimula el cuerpo, pero ¿qué podría estimularte continuamente en tu vida misionera, en la misión que vas a afrontar en el futuro?” Tenía claro que no iba a ser ni el tabaco ni el café, pero entonces ¿qué?
Esta pregunta surgió de un modo tan real y parecía tan sensata, que a través de ella pude analizar mi vida. Mi vida actual es remanso de paz y tranquilidad, pero es algo transitorio; el noviciado se terminará acabando y también mi estancia en España, y un día tendré que afrontar desafíos y dificultades, y puede que llegue el día que me sienta cansado de mi vida o de mi misión claretiana. Llegado ese momento ¿qué es lo que me podría estimular?
Revisando mi vida descubrí que en los momentos dolorosos mi alimento y estímulo fueron la palabra del Señor, el amor de mi querida comunidad y la Santa Misa.
Y de vuelta a la realidad, recuerdo lo que me pasó en mi tierra materna, esa pesadilla que aún no puedo controlar y que levanta en mi corazón sombras de temor, angustia, nervios y tantas sensaciones negativas que amenazan con nublar mi alegría. Cierto que hace ya tiempo que pasó, pero es como una tiniebla que no puedo hacer desaparecer, es parte de mi vida de lo que soy , y que probablemente me acompañará de por vida. No obstante, creo que es también un impulso vital, un pieza que aporta su riqueza en mi caminar claretiano, en mi debilidad me hizo fuerte, en mi tibieza puso calor.
Esta pequeña reflexión surgió en la capilla mientras bregaba junto al Señor. Hoy quiero pedir al Señor que sólo él sea mi estimulante, que me haga adicto a su Palabra, que despierte en mí la sed del amor en comunidad y el hambre de su Santa Eucaristía, no sólo hoy, sino durante toda la vida.
Queridos hermanos, amig@s y familiares, ténganme presentes en su oración, pidan conmigo ese don del estímulo del Señor, pidan también por la misión de China y por los hermanos claretianos que se encuentran realizando su misión en tan complicadas circunstancias, pidan la valentía para todos los religiosos y religiosas, pidan por mí en este año tan especial del noviciado.
¡Muchas gracias! Vuestro hermano pequeño, Kiko.