Peregrino de la Vida Religiosa

El 20 de Diciembre llegó a China nuestro amigo el P. José Cristo Rey García Paredes

Catedrático y actual Director del Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid (Univ. Pontificia de Salamanca). Profesor en diferentes centros de España y del extranjero. Teólogo y autor de libros y artículos imparte clases y conferencias en diversos lugares del mundo.

No es la primera vez, ni será la última… esperamos. El P. José está en estos días en Taiyuan donde un grupo de religiosas cierran dos años de formación intensiva.

A su paso por Macau/Zhuhai pudimos hacerle ver la hermosa ciudad de Zhuhai y nuestra casa.

Desde Taiyuan, Sanxhi escribe el P. Cristo Rey:


“Formation Centre of Sanxhi”:
La graduación en la clase…
como un vientre fecundo en la navidad china”

(día 22 de diciembre 2008)

Se despierta el día con aires de fiesta. Las hermanas que han asistido al curso de formación durante dos años están dando los últimos retoques a varias habitaciones para preparar la fiesta de graduación.

Hace un frío que todo lo moviliza y nos hace gastar doble o más energía de la necesaria… A las 8.30 estamos todos preparados para comenzar la gran celebración eucarística en el aula mayor, pues en la capilla no cabríamos. La presiden dos ancianos obispos: Mons. Li, arzobispo de Taiyuan y Mons. Huo, obispo de una diócesis cercana. Concelebramos además seis presbíteros: la mayoría encargados del Seminario diocesano. La comunidad está formada por unas cincuenta hermanas y algunos invitados laicos. Hay cantos muy bien interpretados, unos chinos otros traducidos. Mons. Huo en lugar de homilía leyó la lectura de los Santos Padres del Oficio. Puedo decir que no me enteré expresamente de nada, pero pude seguir toda la liturgia haciéndola mía en cada momento y tratando de vivir el Adviento que se me ofrecía. Pensé en el arraigo popular de la fe cristiana, en las formas nuevas que va asumiendo en cada cultura. Pensé en Jesús que ha querido ser representado ante su comunidad por ministros ordenados tan diversos, con tan diferentes sensibilidades. ¡Esto para que nadie, por mucho que se crea, se apropie de su representación! ¡Jesús es de todos! ¡Pertenece a todos! ¡Nadie debe acapararlo! Me hizo sentirme presbítero sin fronteras, pero también sin tanta responsabilidad como si todo dependiera de mí y también como uno más, sin pretensiones de ser uno “distinto” y “único”.

En el momento de la paz los dos ancianos obispos se entremezclaron entre todos para darnos sonrientes y gozosos la paz. Concluyó la Eucaristía. Nuestros obispos iban vestidos de seglar, pero con el solideo puesto. Les caía muy bien y además les protegía del excesivo frío. Solo varios presbíteros jóvenes iban vestidos de clergyman.

Después nos dirigimos de nuevo a la sala para el acto de Graduación. Me pusieron en la presidencia con Sr. Judette, como representantes de ICLA y de los profesores extranjeros. Primero hubo unas palabras de Mons. Lí. Nos recordó los 4000 mártires de la provincia china de Xanxhi y de cómo el sueño sobre el centro de formación se estaba realizando ya, al convertirse en un Instituto de formación. Después habló Mons. Huo. Comenzó su intervención cantando el Magnificat y dando gracias a Dios por lo que había sido el curso de dos años y la importancia de las hermanas en la Iglesia de China. Se iban sucediendo las intervenciones. También a mí me pidieron unas palabras: se me ocurrió comparar el aula con el seno materno de María –el primer centro de formación de Jesús-. A los nueve meses fue su graduación. En el caso de las hermanas, ¡solo después de dos años! Pero con la esperanza de que Cristo se haya formado en ellas. Sr. Judette completó la perspectiva comparando el aula al Cenáculo de Pentecostés, desde donde salieron los apóstoles para proclamar la Palabra, en misión Tuvo lugar después la entrega de diplomas a todas las participantes en el curso.

Nos reunimos después delante de la gran Iglesia para hacernos una fotografía rememorativa. ¡A menos de 15 grados bajo cero! Y después entramos en el comedor donde disfrutamos de una deliciosa comida china, acompañada de un vino chino y una especie de aguardiente también de marca china. El obispo Huo se levantó de la mesa. Tomó una botella de licor chino de unos 45º y nos fue ofreciendo a todos para que brindáramos. Estábamos todos en la mesa: los dos señores Obispos, hermanas participantes en el curso, 15 superioras generales de congregaciones chinas, los que dirigen el Seminario de Taiyuan (rector, formadores, profesores), Sr. Gallares y yo. La comida fue espléndidamente “china”. Poco que ver con los restaurantes chinos que encontramos en nuestras ciudades europeas.

En otro momento se su crónica que puedes ver en: http://www.xtorey.es/ nuestro amigo se pregunta y nos hace pensar cuando va de camino al aeropuerto desde donde partirá para Taiyuan:

Me venían durante el viaje muchas ideas: ¿qué somos los católicos en una nación inmensa como China? ¿Qué sentido tiene la misión en este inmenso país? ¿Qué les podemos aportar los católicos? ¿Qué vivencia “tan especial” estamos teniendo los católicos, que haga que merezca la pena transmitirla? ¿No estaremos viviendo de ilusiones ineficaces e imposibles? ¿Para qué y porqué mi venida una vez más a China? ¿Quién soy yo en esta superpoblada comunidad humana? ¿Qué puedo ofrecer, en qué puedo colaborar?...